Avanzamos en el extracto que las primeras agendas beben históricamente de los calendarios y podemos establecer una relación evolutiva entre ambos. Hagamos un pequeño repaso previo, la evolución del calendario, bajo la necesidad del ser humano de representar el paso del tiempo.
El calendario, un ancestro probable.
8000 aC.
Calendario de Aberdeenshire
En 2013, se descubrió el calendario más antiguo hasta ahora conocido, el calendario de Aberdeenshire (Escocia) que data del 8.000 a.C. Se trata de un monumento del Monolítico compuesto por 12 piedras que miden el tiempo a partir de las fases de la Luna y el Sol.
5000 aC.
Calendarios lunisolares
Al incluir el paso de las estaciones y las observaciones tanto de la luna como del Sol, se dio origen a los calendarios lunisolares. Los sumerios y los babilonios fueron los pioneros en crear este tipo de calendarios en la región de Mesopotamia.
Los sumerios dividieron el año en doce ciclos lunares para que, más tarde, los babilonios establecieran el día en 24 horas y la hora en 60 minutos.
3000 aC.
Egipcios
Siglo I aC.
Calendario Romano
El calendario romano evolucionó de los 10 meses y 304 días iniciales a los 12 meses y 355 días. En tiempos de Julio César, el calendario juliano paso a los 365,25 días tras las observaciones del giro de la Tierra alrededor del Sol. El mes de Julio se lo debemos a él mientras, Agosto, a su sucesor César Augusto
Siglo XVI
Calendario Gregoriano
Agendar, las distancias se acortan.
En tiempos del Imperio Romano, se editaban pequeños folletos con mapas donde se establecía un itinerario, vocablo que proviene del latín itineris. Estos “viajes de un día” organizaban estas pequeñas rutas, como una Guía Repsol.
De igual manera, imaginemos por un momento a Felipe II gobernando su imperio en América. Las distancias y los medios de transporte de la época hacían que las comunicaciones entre España y América se demoraran meses. Una orden dictada, un conflicto, la firma de un tratado, un nombramiento se fechaban en meses con lo que apoyarse en un calendario resultaba de utilidad.
Con la revolución industrial y el ferrocarril, las distancias y los tiempos se acortan al punto que podemos “agendar” en días o semanas. La actual agenda, con su formato, nace para dar respuesta a esta nueva realidad. Se empiezan a editar almanaques con espacios para notas diarias.
Fechar la primera agenda tal cual hoy la conocemos es complicado aunque ejemplos tenemos con la agenda comercial norteamericana de finales del XVIII, la agenda francesa de principios de XIX que surge con el objetivo de plasmar “las cosas diarias que debo hacer” que se combinaba con un cuaderno de notas.
Lo que si es cierto es que la agenda, desde mediados del XIX se acepta de forma amplia siendo la agenda un elemento esencial en el siglo XX en oficinas y hogares.
¡Esperamos que os haya resultado de utilidad!